Feliç aniversari Joan de Sagarra!
16 de gener de 2022
Ramblejar és passejar per La Rambla sense presses, gaudir de l’espai i de tot el que ofereix, badar, sentir amb els cinc sentits, viure i connectar amb els records que, per tots els barcelonins, La Rambla té. Records d’infantesa i de joventut, d’amistats i de família, d’emocions i sentiments a flor de pell... des d’Amics de La Rambla us animem sempre a ramblejar.
El dia del seu aniversari, el Joan de Sagarra va ramblejar i ens ha regalat aquesta crònica que volem compartir amb vosaltres.
Sr. Joan de Sagarra: Moltes gràcies i per molts anys!
Aniversario en la Rambla
El sábado de la pasada semana cumplí años, 84, los mismos que el rey emérito: él es el 5 –igual que el amigo Terenci–, y yo, del 8, igual que el amigo Marsé. Y para celebrarlo me fui a dar un paseo por la Rambla. ¿Por qué? Pues porque, para mí, la Rambla es todavía algo de lo poco que me une con esta ciudad, con mi padre, que me la descubrió siendo yo una criatura, con los Sagarra, con mi abuelo Ferran, el historiador…
Cogí un taxi y bajé en la esquina de Pelai con la Rambla. Faltaban unos minutos para la una de la tarde y busqué una mesa en la terraza del Zurich. Me apetecía una copa –aunque en el Zurich no tienen mi whiskey, el Jameson–, pero todas las mesas estaban ocupadas. “I que duri!”, pensé mientras me adentraba Rambla abajo. El Boadas, en la esquina con Tallers, estaba abierto. Por un momento pensé en entrar, a ver si encontraba al amigo Loperena o al Nani Riera, pero luego me acordé de que el amigo Loperena había muerto, víctima de la covid, y que el Nani hacía años que vivía en Madrid y que no tenía noticias suyas.
Además, el Boadas, con las fotos de los Boadas, el padre, la hija y el marido; con las fotos de Manolo Vázquez y los dibujos de Perich, y yo solito en la barra con el barman, con mi Jameson, mientras la voz de Nat King Cole me canta aquello de “Acércate más, y más, pero mucho más, y bésame así, así…”, pues, la verdad, no reza con mi aniversario, al menos como lo entiendo yo.
Y sigo Rambla abajo. Me acuerdo de los pájaros, de aquellos guacamayos que tanto me gustaban y que ya no están, y veo el Club Capitol cerrado (¿definitivamente?). Aquel cine Capitol al que mi padre me llevó una tarde, con pantalón corto, a ver Robin de los bosques . Qué gozada. Sigo Rambla abajo y pienso en los limpiabotas, en los hombres-anuncio y en la Librería Salas, de Emili Salas, donde solía comprar mis ejemplares de la Série Noire , de segunda mano, y donde el librero Salas, “uno de los más hábiles confeccionadores de horóscopos de la ciudad”, como escribió mi querido Josep Maria Carandell, me hizo el mío: Capricornio ascendente Escorpión. Toma castaña.
Sigo abajo, Rambla abajo. Compro un décimo en Valdés y compraría unas flores en las Carolinas, pero está cerrado. Entro en Gimeno para comprarle un cartón de cigarrillos americanos a mi nieta Mercedes mientras contemplo, con la mirada de mis dieciséis, dieciocho años, las pipas del escaparate junto a las petacas con su escalera real de picas o su simpática calavera. Sigo abajo, Rambla abajo y doy con el Arc del Teatre y su celebérrimo quiosco de Cazalla. “El Quiosc de la Cassalla es l’aduana que permet el pas del foraster, on li posa la primera trava”, escribe mi querido Josep Maria Espinàs ( Vuit segles de carrers a Barcelona ). Me tomo la cazalla (4,50 euros) y sigo Ramblas abajo.
En esas llego al hotel Orient y empiezo a ver a mi derecha terrazas, terracitas, que exhiben en sus mesas unos mojitos de colores azules, rojos, amarillos, violetas… de un litro o poco le falta y que me recuerdan aquellos tanques de cerveza de la misma Rambla, hace una docena de años. Las terrazas, terracitas –¿Nueve, once?– siguen abajo y finalizan poco después del monumento a Pitarra, frente al Amaya.
Huelga decir que soy poco amigo de mojitos y menos de esas proporciones, pero pronto serán las dos y el cuerpo me pide un whiskey. Así que me acerco al camarero y le pregunto si tienen mi Jameson. Me dice que sí y le pido que me lo sirva con hielo y un poquito de agua. A los cinco minutos llega el camarero con una copa enorme, e-nor-me, con media docena de hielos, la botella de Jameson y un botellín (plástico) de Aigua de Ribes (50 cl).
Total, que sacamos los hielos hasta dejar uno solo, el camarero sirve el whiskey, generosamente, más que generosamente, yo le echo un chorrito de agua y, para qué negarlo, ese whiskey me devuelve una parte de mi Rambla, cuando por las noches, hace cincuenta o sesenta años, me iba a bailar la rumba o lo que fuese, al Jazz Colón con la hija del cocinero del Amaya o con Carmen Rigalt. Pedí la nota y, agárrate lector/a, los Sialhayat Traders S.L. (Les Rambles, 15) me cobraron 3,41 euros por el agua y 3,40, un céntimo menos… ¡por el whiskey! 3 euros con 40 céntimos por un Jameson, en la Rambla, un más que generoso whiskey servido por un pakistaní.
Los pakistaníes –los paki , como decimos en mi barrio– se habían hecho con las tiendas de souvenirs de la Rambla, pero ahora, por lo que veo, también se han hecho con las terrazas. Per molts anys !
Joan de Sagarra
La Vanguardia. Diumenge, 16 de gener de 2022