Amics de la Rambla

Amics de la Rambla

Ha mort Rosa Doria

12 de setembre de 2018

Amics de La Rambla vol manifestar el seu dolor per la mort de Rosa Doria. La propietària del Cafè de l’Òpera ens va deixar el dia 10 de setembre als 85 anys d'edat..

Rosa Doria era l’ànima del Cafè de l’Òpera i sempre, des del seu local i des de la Junta Directiva d’Amics de La Rambla, va treballar per aconseguir una Rambla millor. A La Rambla trobarem a faltar la seva generositat, educació i entrega.

Des d’Amics de La Rambla volem fer arribar a la seva família i amics el nostre condol.

El seu amic Lluís Permanyer ha publicat l’article que reproduïm a continuació en el diari La Vanguardia del dia 12 de setembre.

El óbito de Rosa Doria deja huérfano al Café de l’Òpera

Ayer falleció la señora Rosa Doria propietaria del Cafè de l’Òpera. Es una pérdida sensible para la ciudad y sobre todo para la Rambla. Su establecimiento, tan emblemático, lo mantuvo como un faro singular que ha marcado el camino ético para navegar contra viento y marea, al servicio digno de la ciudad. Mientras tantos se han rendido al mejor postor, lo que ha degradado de forma inexorable la Barcelona comercial, Rosa Doria supo mantener un estilo que realzaba lo que había heredado

Rosa Doria se distinguía por una elegancia y una educación que combinaba con una presencia discreta, no confundible con la merma de estar vigilante. Se ha ido con 85 años contados, y pese a ello seguía muy de cerca el diario funcionamiento del establecimiento.

El Café de l’Òpera goza de una situación estratégica y clave, encarado al Liceu y en un tramo de particular intensidad. Todo esto se ha reflejado en el ambiente: pintoresco, variado, tranquilo y con perfiles a menudo sorprendentes. Esta mezcolanza sutil ha sido la que en definitiva le ha otorgado vida y marcada personalidad. Podía haber sufrido fácilmente una pérdida de calidad de la clientela, deriva que Rosa Doria evitó sin desplegar medidas traumáticas ni siquiera enérgicas: bastaba su presencia para detectar la más mínima señal de alarma. En esa labor también ha actuado con diligencia el equipo de camareros, de profesionalidad a toda prueba.
Fue en el primer tercio del siglo XIX cuando la chocolatería E l Liceo abrió sus puertas. El propietario más antiguo, documentado en 1856 en El Consultor, es Manuel Docampo. El nombre cambió por Antigua del Mallorquín, que la voz popular denominaba con un simpático
La Mallorquina. Al chocolate le fue añadido un servicio de comidas. A renglón seguido de una pelea entre pinxos que acabó con la muerte del brutal Aragonés, un muy afectado Manuel Docampo Soley, probablemente hijo del ya citado, traspasó el establecimiento a Antoni Doria. Corría 1929. Fue este quien impuso entonces el cambio de nombre: Cafè de l’Òpera. Mantuvo la cocina, hasta que en la postguerra prefirió cerrarla para concentrarse en el servicio de cafetería y bar.

El desfile de personalidades ha sido incesante, desde políticos republicanos y mandos de las Brigadas Internacionales, hasta can¬tantes de ópera y toreros, pasando por indígenas recientes como Joan Miró, Cuixart, Maria Aurèlia Capmany, Terenci Moix, Ocaña, Sempronio, Espinàs, Mario Gas… Rosa Doria incorporó el piso superior, pero no dudó en respetar la decoración que había mantenido su padre, un delicioso combinado de ornamentación ochocentista y novecentista, que se enriquece entre sí. Destaca la original secuencia de figuras grabadas al ácido en los espejos y que alternan con las pintadas.
La responsabilidad del Café de l’Òpera recae ahora en su hijo Andreu, quien se ha formado como quien dice a pie de barra. Cabe es¬perar que esté a la altura de las circunstancias.

També reproduïm, l’article de Meritxell. M. Pauné, també a La Vanguardia.

Muere Rosa Doria, alma del Cafè de l’Òpera de la Rambla

La Rambla de Barcelona ha perdido a una de sus damas más ilustres, Rosa Doria. Alma mater del Cafè de l’Ópera y gran defensora de paseo, ha fallecido este lunes a los 85 años de edad. Su padre, Antoni Doria, fundó este emblemático establecimiento frente al Liceu en 1929 y ella ha sabido conservar y acrecentar su singularidad durante décadas complicadas y a contracorriente.

El Café de l’Òpera abre de lunes a domingo y ha permanecido en activo ininterrumpidamente desde su inauguración: ni siquiera cerró durante la Guerra Civil. Durante la posguerra la carestía le obligó a reforzar su faceta de cafetería en detrimento de la de restaurante de lujo y en los años 60 y 70 vivió su época dorada de clientela bohemia y activismo cultural. Conserva espejos centenarios, trabajada marquetería y mesas y sillas Thonet originales, entre otros tesoros. Una decoración modernista con detalles neoclásicos que fue restaurada por el arquitecto Antoni Moragas. También forma parte de la selecta Asociación de cafés históricos europeos.

El principal encanto, no obstante, es la fidelidad del público barcelonés y el mérito de haber persistido como punto de encuentro para vecinos y personalidades de la ciudad en medio del bullicio turístico. Los salones privados y el ‘balconet’ del entresuelo eran y son escenario de tertulias y presentaciones, testigo de la vida social y política barcelonesa. Alcaldes, sopranos, estatuas humanas, escritores, turistas o familias locales que desayunan chocolate a la taza: en las sillas del Café convive una clientela heterogénea.

La familia ha comunicado el deceso en una sencilla esquela este martes, en la que su esposo, dos hijos, dos nietos y nuera informan discretamente –sin mencionar al Café– de la ceremonia de despedida a amigos y allegados. Se celebrará este martes a las 16 horas en el tanatorio de la Ronda de Dalt de Barcelona.

Roser Tiana, vicepresidenta primera de Amics de La Rambla –entidad de la que era vocal Doria–, ha lamentado su pérdida y la ha definido como “una bellísima persona, un icono de Barcelona, una gran Ramblista”. También ha dado a conocer su fallecimiento la concejal de Ciutat Vella, Gala Pin. Ha trasladado su pésame a la familia y ha recordado la labor de Doria al frente del restaurante, “el lugar de la Rambla que nunca hemos dejado de sentir como propio”.

Según explicaba Doria, el local se ha dedicado a la restauración desde principios del siglo XIX: fue una pastelería especializada en ensaimadas que mutó en restaurante, hasta que la muerte de un cliente en un altercado dio mala fama al negocio y lo hizo quebrar. El padre de Doria vio la oportunidad y alquiló el establecimiento para reinventarlo con un nuevo nombre y la decoración de moda del momento. Estas anécdotas son solo una pequeña parte de la memoria de la Rambla que encarnaba la hasta ahora propietaria, que relataba la historia de Barcelona como pocas personas en la ciudad.

El Café de l’Òpera, catalogado como Bien Cultural de Interés Local, a priori tendría asegurado el relevo generacional: en los últimos años la gestión del negocio la llevaba a la práctica su hijo Andreu Ros, que continuaría el negocio. Además, como su madre y su abuelo, comparte la pasión familiar por el coleccionismo de botellas antiguas y raras. Parte del extenso fondo que han reunido las tres generaciones se muestra en el primer piso del mismo edificio donde está el café.

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